Me
siento muy optimista con el futuro del pesimismo.
Jean Rostand
A la llegada de Julio Cuñado a la puerta
de la vivienda de su amigo Isidro, habían pasado diez años desde su partida.
Una eternidad alistado en las Fuerzas de Paz de la ONU en el Sahara Occidental,
como soldado raso, y maldecida algunas veces, otras saboreada con ilusión
pensando en los recursos monetarios que le proporcionaba su estancia en el
infinito mar de arenas, castigado por el sol inclemente a las órdenes de
oficiales que hablaban lenguas que no entendía. Envuelto en la oscuridad de la
noche, Julio reconocía aquella puerta a pesar de experimentar enormes dudas
sobre el lugar en que se encontraba: una calle poblada de nuevos edificios en
Gruyas de la Sierra, cuyos cambios de calado profundo, habían conducido al
núcleo, una década antes aldeano, a la hipermodernista metropolización.
Acostumbrado a golpear la puerta con
los nudillos de los dedos, Julio no reparó en la existencia del timbre adosado
en la jamba derecha, y aporreó nerviosamente haciendo un lapsus de espera, por
tres veces. –¡Un momento! ¡Vaya exigencias!– oyó protestar en el interior a una
voz que a pesar del tiempo identificó con la de Isidro, unos segundos antes de
que éste abriera, quedándose anonadado ante la presencia del recién llegado, a
quien a primera vista no reconoció.
–¡Cómo
qué dígame, Isidro!... ¿No sabes quién soy?
Transcurrieron
segundos en los que las dudas del interpelado, aclarándose, dieron paso a una
exclamación de sorpresa y desconcierto, que desembocaron en un emocionado abrazo,
sin reparos.
–¡Claro, mi amigo Julio!… Julio
Cuñado, pero después de tanto tiempo, no te había reconocido… Discúlpame, no
hubiera esperado verte por aquí… ¡quién iba a decir que volverías del tercer
mundo! Incluso se corrió la voz de que habías muerto…
–Pues no es así, vuelvo con la
misión cumplida, y ya te contaré… ya. No imaginas las enmarañadas causas que
han impedido que volviera antes, las endiabladas circunstancias en que me he
visto metido hasta rescatar la libertad civil, las toneladas ingeridas de carne
de camello y cuscús, las incómodas jaymas donde he dormido diez
años retirado de los placeres de la vida y la civilización… las amarguras y
sufrimientos asumidos que finalmente doy por buenos, porque me han permitido
ahorrar el dinero con que ahora podré comprar, en Gruyas, un piso donde vivir
mi independencia.
–Bien Julio, en cualquier caso mi
sorpresa es enorme, tan grande como tu desorientación; pensé que habías roto
definitivamente con el pueblo… por aquí todavía se te recuerda, aunque todo
hacía pensar en tu desaparición… ¿Cuáles son tus planes?
–Me
conoces bien Isidro, no he cambiado y sabes que soy un romántico incurable. Mis
ilusiones permanecen inalterables, y a ti como amigo puedo confesártelas… Allí
donde vas te persiguen las mismas inquietudes, no hay problema que te abandone ni esperanza que muera.
–Conociéndote,
ya sé que me hablas de problemas sentimentales.
–En
ese terreno voy a ser sincero… nunca he logrado olvidar a Dolores… y quizá sea
un ingenuo, pero no puedo dejar de pensar en recuperarla… Incluso, y de esto
hace ya mucho tiempo, cuando mi buen amigo Bastian Lambert, viejo sargento
expulsado de la Legión Francesa un año antes de jubilarse, volvió del Sahara y
de camino a Burdeos, lo hizo con una carta escrita por mi, para Dolores, que
depositaría en Correos a su paso, y con la que intentaba mantener ese calor
sentimental… ya me entiendes… necesidades de ser correspondido… ¿se ha
casado?...
–Julio,
no me digas más… no, no se ha casado… bueno no estoy seguro… creo que no se ha
casado. Pero como las cosas cambian tanto y el mundo ha dado tantas vueltas
desde que te perdieras en el desierto africano…
piensa que Gruyas de la Sierra no es lo de entonces, vivimos una
vorágine de libertades antes desconocida, y la gente frecuenta los lugares más
extraños porque encuentra la felicidad en todas partes…
–Sí
lo sé… sí… a estas horas, y desde hace años, Dolores está en el Cementerio.
–¿¡En el cementerio!? –preguntó
confundido y alarmado.
–¡En el Cementerio y pegada a un
ataúd! – le respondió–. Y si lo deseas te llevo ahora mismo, la verás abrazada
a él, de allí no sale nunca.
–Son las dos de la madrugada y
todavía… no he visto a mi familia, mañana por la mañana, a primera hora… Tengo
un gran respeto por los estados de demencia, Isidro; hubiera esperado cualquier
cosa… menos que padeciera obsesiones necrófilas y le viniera el nombre como
anillo al dedo –dijo casi tartamudeando–.
–Me atarean asuntos urgentes, no es
posible mañana. ¡Debemos hacerlo ahora!
–¡Pues ahora! –aceptó Julio la
propuesta desgarrado por la emoción torturante de un final lamentable, y
evitando revelar emociones
gratuitamente.
Acto seguido y cerrada la puerta, se
pusieron en marcha. En el camino, andando a buen ritmo, Julio tomaba nota de
los cambios enormes sufridos por Gruyas de la Sierra, ciudad cuya población
multiplicaba por treinta el número de habitantes de la década anterior,
sobrepasando los cien mil, y contaba con dos canales de TV, hípica y campos de
golf, planetario, rockódromo, museo de cera, boleras, estación de AVE, orquesta
sinfónica, compañía de teatro, polideportivos, palacio de deportes de invierno
y pistas de patinaje, baños turcos, lago artificial, clubes de natación y
colombofilia, plaza de toros y equipo de
fútbol en 1ª división que había puesto a Gruyas, antes ignorada, en el mapa del
mundo. Una ciudad expandida que en lugar de alejar el cementerio, lo acercaba
según deducía de las palabras de Isidro, quien haciendo señas a Julio dejaba
ver que no se precipitara emitiendo prejuicios tercermundistas y rancios,
alusivos al cambio.
–“Este pueblo va bien”, –resumió
Isidro– “no lo conoce ni la madre que lo parió”. Hemos recibido fondos
económicos europeos para modernizar todas las calles, aceras e
infraestructuras, y en una década de gobierno de coalición pasamos del medioevo
a la posmodernidad, de la jota baturra al hip-hop. El parque automovilístico es
de última hora, las parejas pasan la luna de miel en el Caribe, tuteamos a
Europa, jugamos en la “champions league” y somos Campeones de España de “carreras
de sacos” y “persecución de gallos” (¡!)… Por cierto, –preguntó
cambiando de tema– ¿cuánto dinero dices que has ahorrado para comprar el piso?
–Lo suficiente. ¡Veinticinco mil
euros! Valían menos antes de marcharme.
–No compras ni las sillas, ahora
rondan los quinientos mil. Yo mismo lo adquirí hace un par de años, y ya ha
duplicado su precio. ¡Soy más rico! –exclamó Isidro.
–¿Te han duplicado el sueldo en el
mismo tiempo?
–No. El sueldo sigue siendo el mismo
–respondió Isidro.
–Pues, si lo que compraste dos años
atrás, sube de precio, y el salario es constante: ¡lógicamente, eres más pobre!
No te engañes, serías más rico si bajaran los precios, porque ahora
probablemente, no podrías comprarlo. ¡Mal negocio!
–Entonces
es que el desierto me ha sacado de la realidad, te escucho.
–Presta
atención, economía se aprende en una tarde. Estamos en el 2006, la Nueva
Era en que aplicamos los principios económicos de la gran Revolución Conservadora:
El Capitalismo Popular, amigo mío. ¡¡¡El Capitalismo Popular!!! Se ha
democratizado el capital, y sólo existe clase media, aquí hablan de los beneficios
en Bolsa hasta los porteros del Cementerio. Impuesta la armonía y disipadas las
tensiones, ya no hay lucha de clases, sindicatos, ricos ni pobres, izquierdas
ni derechas, explotados ni explotadores, es un modo sencillo y expeditivo de
acabar con las crisis económicas.
–¿Y sus fundamentos?
–Ésa es la llave que lo explica
todo: Los créditos a bajo interés y la reducción de impuestos, especialmente, a
los ricos. La banca reparte dinero a manos llenas a la mayoría de la población,
que ha hipotecado su vida para cincuenta años… hasta los niños nacen endeudados
para el resto de sus días. En suma, el apogeo del neoliberalismo eficiente y
competitivo, en el que, funcionarios, burócratas y comisionistas,
intermediarios, representantes, secretarios y secretarios de los secretarios se
multiplican exponencialmente hasta el infinito, retroalimentando el sistema.
–Pues me parece fácil.
–¡No lo creas!... Fundándolo sudó
tinta el sumo sacerdote y premio Nobel, Milton Friedman, antes de dar la receta
a los monaguillos Ronald Reagan y Margaret Thatcher, para que lo aplicaran y
extendieran al mundo.
–Isidro, pero tú eras de izquierdas,
eras socialista… recuerdo que…
–Julio, necesitas que te quiten el
corcho como a los alcornoques, ¿qué sentido tiene hoy ser de izquierdas, de
derechas, o de centro? ¡Eso es ancestral… hombre! Lo importante no es que el
gato sea blanco o negro, sino que cace ratones –le respondió ahora
con la sentencia china y felipesca.
Fruto de la zozobra y la ansiedad, a
Julio se le hizo breve el trayecto recorrido. El brazo extendido del
acompañante, impidiéndole continuar, le concienció de la llegada al destino. En
la parte superior de la arquitectura adintelada de la puerta artística de
hierro forjado, cubierta de arabescos, cenefas griegas y filigranas barrocas
endemoniadas, diseñada por un afamado artesano húngaro, y por donde Isidro
entró adelantándose, se leía en grandes letras rojas: CEMENTERIO. A la
izquierda de la misma, el rótulo fúnebre sobre una calavera, en letra gótica y
de alineación atormentada y luctuosa, sugería al visitante:
OYE LA VOZ QUE TE ADVIERTE
QUE TODO ES
ILUSIÓN MENOS LA MUERTE.
El viento racheado y frío de la
montaña pareció congratularse saludando la llegada de Julio, y sopló. Los dos
cipreses apostados en la puerta batieron sus ramas, y Julio embestido de falta
de valor sintió un escalofrío, un fatal e irremediable temblor que le puso el
bello de los brazos de punta. Por un momento no pudo escamotear los deseos de
evitar franquear la puerta que chirrió estremecedoramente, pero Isidro,
cogiéndole con firmeza de una manga de la chaqueta, tiró de él hacia el
interior.
Pasaron directamente a la sala en
cuyas paredes de color violeta se leían epitafios macabros; las luces
indirectas, amarillentas y lúgubres, destellaban dolor; lámparas compuestas por
fémures, tibias, húmeros, cúbitos y radios humanos, pendían de intestinos
trenzados; abominables tapices de dibujos infernales colgaban del techo para
abrigar los huecos de puertas y ventanas, y a los féretros horribles repartidos
regularmente por el espacio, adornaban telarañas, velas esotéricas e
incombustibles, o coronas mortuorias cubiertas por dos dedos de polvo.
En
el lúgubre lugar todo recordaba al más allá, nada aludía a la vida, y el
patetismo del “Requiem Mass” de Webber sonaba con tonos persistentes de
ultratumba y letra del “Dies Irae”:
¡Cuantus
tremor est futurus ¡Cuánto temor habrá en el
futuro
quanto iudux est venturus cuando el juez haya de venir
cuncta stricte discussurus! a juzgar todo estrictamente!
Al
fondo de la sala, un arlequín mudo y de chocante fachada, acompañado de una
mujer desnuda con sendos pentáculos tatuados sobre sus pechos, se disponía a
iniciar una sesión de humor negro. Y les recibió “el relaciones públicas”
ataviado de esperpéntica indumentaria, capucha negra que ocultaba su rostro
ahuesado y lívido con tres filas de dientes en la boca, pajarita al cuello y
zapatos de charol, ofreciéndose raramente amable a buscarles un sarcófago:
–Bienvenidos al Cementerio de Sodoma...
señores. ¿Dónde quieren sentarse?
Sobre
las esquinas de los ataúdes rodeados de sillas a juego, por cuyos respaldos
goteaba sangre de toro, a las que se sentaban jóvenes de ambos sexos y moral
laxa celebrando cualquier acontecimiento de cualquier índole, menos la muerte,
se acumulaban centenares de botellas y vasos de licor. Un apestoso olor a
tabaco u otras sustancias fumables, aromatizaban, hasta atufar, el ambiente
insoportable lleno de borrachos que recitaban la esproncediana “Desesperación”,
u otras impías o paganas baladas. El lugar pareció a Andrés un buen
panteón tomado por vividores, golfos, zánganos y vagabundos, que invertían allí
24 horas diarias, un cementerio de vivos. Pero se contuvo de expresar
opiniones, influido por el consejo de no prejuzgar con mentalidad
tercermundista, e hizo a Isidro una pregunta concisa:
–¿Dónde
están aquí los muertos?
–Los
muertos están en la necrópolis. Te fuiste del pueblo de Gruyas en un siglo y un
mundo, y has vuelto a la ciudad de Gruyas en otro siglo y otro mundo. Este
originalísimo disco-pub lo abrió el propietario de la imprenta después de
clausurar el negocio de la tinta y el papel, y el laboratorio de material
fotográfico lo han sustituido por un consultorio astrológico donde los nuevos
profetas, seis brujos y brujas, adivinan el provenir:
–¿Eso
es posible?
–¡Naturalmente!
Son expertos en sortilegios, conjuros, encantamientos e invocaciones a los
difuntos… dominan todo tipo de liturgias. Permite que haga referencia a algunos
cambios más. Justo al lado, liquidaron la fábrica de muebles para montar un
tablao flamenco, y sobre las ruinas del taller de montaje de cajas frigoríficas
para camiones, han levantado un bingo, tres salas de cine pornográfico y un
casino… como verás, iniciativas de alto valor añadido, todas ellas.
–¿Y
qué fue de aquella empresa pública… la Conservera Industrial de
productos de la tierra?
–Como
todas las demás, era una industria contaminante, y en su lugar se hizo lo
propio: una discoteca de música retrofuturista y un prostíbulo de lujo. Y es
que al nuevo modelo productivo no le interesa la agricultura, la ganadería, ni
nada que huela a pueblo o ensucie las manos.
–No
está mal del todo siempre que la Agencia Tributaria recaude… supongo.
–No
lo creas, estamos pensando seriamente en no dejar del Estado, ni el recuerdo, y
reconvertir la Agencia Tributaria en salones para organizar macro fiestas y
sesiones de nigromancia. Nuestra economía, imaginativa y avanzada, se asienta
en la construcción de casas, el vicio y el beneficio. Se trata de ser
pragmáticos, y no éticos. Debemos elegir: o morales y pobres, o indecentes y
ricos.
–¿Sin
escrúpulos?
–¿Cuándo
has visto algo decente que funcione? Los escrúpulos arruinan a los pueblos, y
nosotros vivimos un nuevo renacimiento, aplicamos las leyes del
mercado profesando el neoliberalismo, y
la Nueva Economía que lleva aparejada el crecimiento sin fin. Somos una
sociedad de consumo, y cualquier tipo de desenfreno se revela como máquina
imparable de la creación de riqueza… A las pruebas me remito, basta con
disponer de consejeros económicos con visión de futuro, y autoridades con
capacidad de liderazgo. Lo que yo vengo llamando músculo activo intelectual,
tecnocrático y político –dijo Isidro haciendo gala de una extraordinaria dosis
de rabiosa, posmoderna e inquebrantable certidumbre.
–¿Y
la economía productiva? –preguntó Julio, acomplejado casi pidiendo perdón.
–¿De
qué extraña metafísica hablas, Julio? Piensa en positivo, hombre, no seas
pesimista, los problemas están en ti. ¡Estamos en buenas manos y el sistema es
tan fiable como un dogma de fe! Si las Vegas es una fiesta permanente, ¿por qué
no va a serlo Gruyas de la Sierra, y con más razón, España entera?... ¿Acaso
perteneces al sector de incrédulos, dudantes del progreso y la solidez de la
economía patria?... A propósito, y volviendo al motivo que nos ha traído aquí,
mira el sarcófago del fondo, a la derecha: sentada en la cabecera, está
Dolores. Le abraza posesivamente tu amigo, Bastian Lambert, el Milton
Friedman de Gruyas de la Sierra.
–¿Quieres
decir el exlegionario jubilado Bastian Lambert… no está en su país?
–En
efecto. No depositó tu carta en ninguna oficina de correos, se presentó en
Gruyas, se quedó, y hoy es el primer consejero-motor de nómina, y amigo del
alcalde; el auténtico impulsor intelectual, gurú, retórico elocuente investido doctor
honoris causa por nuestra universidad, y profeta modernizador de este
pueblo. Su llegada fue una bocanada de aire fresco… si oyeras lo bien que
habla… …necesitaríamos muchos con su talento.
Andrés miró en la dirección
sugerida, y localizó a Dolores abrazada al viejo sargento expulsado de la
Legión Francesa: salvador de la economía de Gruyas de la Sierra, y un traidor
como amigo. Unos segundos bastaron a Julio para tomar la decisión de volver a
las arenas del Sahara, y alistarse en la unidad militar donde antaño aprendiera
el gabacho, y donde enseñaban los mejores especialistas de Supervivencia y
Adaptación a todos los ambientes.
Hola de nuevo amigo Martín Sanchez-Escalonilla. Eres tremendo analizando situaciones que parecen duraderas y se esfuman como humo que arrastra el viento. Ya en "Pórtate como un Hombre" cuando parecía que el protagonista iba a encontrar acomodo, había de cambiar de lugar y de situación para adaptarse rápidamente a una nueva.
ResponderEliminarTe extraigo algunas frases que me gustan por lo que encienrran.
" La gente frecuenta los lugares más extraños porque encuientra la felicidad en todas partes"
Está bien, lo que ocurre es que en la historia de Julio , la felicidad que Isidro le muestra dura menos que un caramelo en la puerta del cole.
" No comprendo la esencia de los cambios " Claro por eso le tilda de Negativo. Como a numerosas personaas que tiempo ha se daban cuenta de que no se puede exprimir al planeta Tierra como a un Limón, y se les tachaba y se les sigue tachando de NEGATIVOS.
" La economía se aprende en una Hora ". Es lo malo , que los que así la aprenden, solamente lo hacen con el fín de utilizar malas artes en provecho de los que así la aprendieron.
¿ De donde te salió la idea del Cementerio? Los mandamases del mundo ponen autopistas a los mas desfavorecidos para llegar antes.
Un abrazo y hasta otra.... Santiago