domingo, 4 de junio de 2017

TODO CAMBIA

Dicen que el niño que acude a la escuela, y al que imparte clases una profesora, se enamora de ésta. Se trata de un hecho irreflexivo del que habrá que responsabilizar al inconsciente de una especie, como la nuestra, a la que zarandean los instintos y ordenan los sentidos.


Y porque creo que es así, quise visitar apenas hace un año a la maestra del parvulario que me dio las primeras lecciones y, me encontré a una anciana decrépita con algo más que una incipiente calva que, al levantarse por la mañana comenzaba la jornada apoyándose sobre un bastón, tomándose media docena de píldoras y poniéndose la peluca, el audífono, la dentadura, las gafas, la botella de oxígeno… sometiéndose, en fin, a la servidumbre a que obliga la pérdida del vigor.
Yo conocí en mi infancia a una joven y bella mujer, profesora de la escuela y dinámica, alegre y orgullosa, de andares elegantes y acariciadora mirada, voz fresca y piel sonrosada, con veinte años más que los niños a los que enseñaba. Pero todo cambia, incluida la percepción de la vida que en la infancia nos parece larga y en la vejez corta,muchos años después veía una rebisabuela irreconocible, una anciana achacosa y arruinada físicamente con más años que Matusalén, y sin culpa conocida para ser tratada por la naturaleza con una indiferencia absoluta, o como a un ser vivo cualquiera al que se maltrata sin respeto.
Todo cambia. Hace tres décadas que Alfonso Guerra, el conocido torero del PSOE que diría Vázquez Montalbán, prometía a los ciudadanos el cambio de España hasta hacerla irreconocible por la madre que la parió. Se trataba de un hecho previsible para un mundo acelerado, o una labor sencilla de llevar a cabo y no utópica, porque el paso del tiempo se encarga de dar la vuelta a las cosas como si fueran calcetines. Unas décadas después y tras de obtener algunas victorias pírricas, nuestra generación en declive o jubilada, entrega el relevo a quienes creen ser distintos y exclusivos: jóvenes ciudadanos y prepotentes que no se reconocen en las generaciones precedentes y que, confiados en su superioridad volverán a repetir los mismos errores… o algunos más.
Todo cambia.
Cambian los imperios, se mueven las fronteras de las naciones; cambian los regímenes políticos y sus fundamentos; los parlamentos legislan incesantemente para sustituir las leyes que derogan; cambian métodos y medios de administración, cambian las consignas y sus abanderados, cambia la moneda, cambia la sociedad y cambian las costumbres de los pueblos.
Cambian las lenguas, caen en desuso términos antiquísimos, se introducen modismos imprevistos en léxico y fonética, y en los últimos tres siglos el número de palabras de nuestro idioma se ha multiplicado por tres. Hoy, por razones de economía de funcionalidad mental y simplificación, casi siempre en el seno de las clases medias, aseguran los neo gramáticos que: especialmente mujeres socialmente interactivas dentro y fuera de su comunidad, están en el origen de los cambios sirviéndose de medios como las nuevas tecnologías e Internet.
Cambian las vanguardias estéticas y tecnológicas, cambia lo profano y cambia lo sagrado. Lo eterno cede a lo temporal, los dogmas y credos se adaptan a los tiempos en un último esfuerzo de supervivencia. La religión altera el contenido y mensaje de oraciones que nos prometió perdurables y eficaces, decreta la clausura de Purgatorio, y confiesa que Adán y Eva son los protagonistas de un cuento. Se reduce el número de vocaciones religiosas, faltan sacerdotes para atender a quienes necesitar aprender qué es bueno o qué es malo, los feligreses se confiesan a sí mismos y… naturalmente se absuelven de toda culpa.
Se relativizan las exigencias. Los cánones morales atropellan a la tradición. Los pecados de ayer son ahora escrúpulos de gentes inadaptadas y tímidas, e incluso se exhiben y tienen por virtudes de triunfadores que la televisión pública o privada, laica o fundamentalista, promociona.
Decía Torrente Ballester que,“las cosas de este mundo son así: se sosiegan hasta que sobreviene de nuevo un alboroto”.
Las mujeres desnudan sus cuerpos en la medida en que avanzan libertades y permisividad.
La provocación sexual ya es un lugar común incluso por intereses económicos.
Las parejas se pasan la tradición por el forro, se unen por amor sin someterse a contratos civiles ni eclesiásticos, viven felizmente en concubinato y… la Iglesia prepara un divorcio en modo “nulidad matrimonial” para subirse a un tren que ha perdido. Y algo más con respecto a la organización que asume el liderazgo espiritual: predica, insistentemente, la necesidad de redistribuir la riqueza para reducir las diferencias sociales, pero no explica cómo es posible hacerlo.
Todo cambia.
Enloquece el clima, se desertizan grandes territorios, merman escandalosamente los recursos a nuestro alcance y aumenta la población de humanos, avanza el deshielo ártico, se mueven los continentes en una deriva lenta pero constante. Cambia el equilibrio ecológico, unas especies animales desaparecidas para siempre han sido sustituidas por otras, y como ejemplo baste añadir que, hoy sabemos de la existencia de 700 especies vivas de cefalópodos, pero han sido estudiadas nada menos que 10.500 en registros fósiles.
Todo cambia, y en eso consiste la historia de las cosas.
Todo cambia, y sin cambios la vida no tendría historia.
Al mundo actual le sorprenden los rudimentos del mundo antiguo, y al futuro le sorprenderán los nuestros. Los mitos y las fábulas de que hablaban las tradiciones, han dejado de tener vigencia para nosotros porque las ciencias, en permanente rectificación, nos acercan al conocimiento, y los medios técnicos son capaces de recrear la realidad. Cambian especies y seres humanos en un proceso constante y natural característico de la materia viva, y por lo que a nosotros atañe, en dilatado proceso de hominización. 
Todo cambia, aunque lo aprendiéramos como autodidactas, a hurtadillas, en el tiempo dedicado a nuestra contraeducación. No es posible imaginar el Universo, la Naturaleza, la Materia o las Sociedades Humanas sin movimiento o sin cambios. En ocasiones, sin embargo, minorías o mayorías obstinadas se resisten a asumir todo aquello que la experiencia pone ante sus ojos, sin advertir que niegan la mayor contradiciendo evidencias por las que serán arrollados. Todo cambia, y escribió Octavio Paz en algún momento que:

“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en las que se ha inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”. 

1 comentario:

  1. Juan Antonio, divertidas y pedagógicas viñetas, sin ti no sé que sería de mi.

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