Hay
temas de debate que, pese al paso del tiempo y la acumulación de pruebas en
favor de una determinada opción parecen no agotarse nunca, y tal es el caso de
la Evolución de la Especies que todavía cuenta con resistencias de origen
tradicional en determinados reductos y, como señales de una escasa ambición
cultural. Contra semejantes obstinaciones negadas a reconciliarse con la
ciencia, hoy, debería ser asumido incluso por aquellos que defienden el
creacionismo que, existen determinados elementos en la Estructura Física Humana
que hacen pensar en la familiaridad sospechosa e indiscutible con otros
animales.
Chimpances y humanos compartimos el
99% de la dotación genética, ambos son dos ramas que parecen haberse separado
hace 7 millones de años, y por lo que respecta a los humanos acabará derivando
en el Homo Antecesor y éste en el Neardental y el Homo Sapiens. La
multiplicidad de formas, la variabilidad o las diferencias que hacen a unos
seres vivos más aptos para la supervivencia, son las que han hecho posible la
evolución de las especies y el progreso en todos los órdenes. La clave de la
evolución no puede comprenderse sin la diversidad. El proceso de la
hominización es de una complejidad que no puede resumirse en tan poco espacio,
pero que los restos fósiles explican muy claro a quién quiere entender.
Los humanos somos de origen arborícola,
y la estructura de nuestros hombros, o la flexibilidad de nuestros brazos,
evidencia la facilidad que nos caracterizó para movernos en el medio arbóreo y
de rama en rama. Somos seres vivos que han transformado el pie prensil en
elemento plano listo para soportar el cuerpo en posición vertical y en el medio
terrestre para poder avanzar, adaptación biológica que es sólo un testimonio de
muy diversos cambios. Somos bípedos a los que esa facultad permite el manejo de
las manos para poner en marcha todo aquello que la imaginación nos sugiere, y
rectificarlo y repetirlo tras de la experiencia exitosa o fallida.
El fenómeno de la evolución, además,
representa la historia de la vida, y lleva implícito el hecho de que cualquiera
de los eslabones intermedios es imprescindible para llegar al más desarrollado
de los homínidos. En una escalera común no es posible imaginar el más alto de
sus escalones sin la existencia de los intermedios. El AustralopitecusAfricanus
o el hombre de Neardental no fueron humanoides fallidos o fracasos de la
evolución, sino partes de un ininterrumpido proceso que desde nuestra
perspectiva antropomórfica queremos imaginar progresiva, elementos
imprescindibles que han hecho posible la existencia de nuestra especie.
Es decir, pese a todo, Australopitecus, Homo Antecesor o cualquier homínido del
pasado vive en nosotros, pervive en el linaje humano crecido en habilidades
manuales e inteligencia, experimentado en técnicas agrícolas, favorecido por el
desarrollo que facilitó el lenguaje, satisfecho del conocimiento del medio en
el que habita y el proceso de concienciación o la contestación a ciertas
preguntas sobre su propia historia antes respondidas con la fantasía, y
consciente de la importancia del avance
científico y tecnológico procurado por su trabajo. Darwin hacía extensible tal
premisa a otras especies cuando afirmaba que:
“No hay ninguna diferencia
fundamental entre el hombre y los animales en su capacidad de sentir placer y
dolor, felicidad y miseria”.
Hay, sin embargo, determinadas
cuestiones que la ciencia está en condiciones de revelar y otras que aún no
responde, por ello nos preguntamos:
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